martes, 27 de octubre de 2015

TODA CLASE DE PIELES



                Érase una vez un rey llamado Custodio, que vivía felizmente casado con la reina más hermosa que hubiera existido jamás, su nombre era Salvadora. En ella destacaba su infinito y ondulado cabello rubio, así como su mirada penetrante de ojos verdes y sus rojos labios que resaltaban sobre su blanca piel. Como felices que eran, decidieron tener un hijo. La reina dio a luz a una hermosa niña llamada Gilberta. Los reyes eran tan felices, que a diferencia del pueblo, no tenían ni la más mínima preocupación por la descendencia, por lo que no les importó que el hijo que esperaban no fuera varón.

Pasados unos años, la hermosura de Gilberta comenzó a crecer tanto como su personalidad. Su belleza era incluso superior a la de su madre, en cuanto a su personalidad, Gilberta se parecía también mucho. Al igual que ella cuando era niña, aunque nadie sabe este secreto, Gilberta sentía mucha pasión por los bufones de corte y siempre pululaba disfrazada por todos los rincones del castillo simulando que era uno de ellos y haciendo reír a diestro y siniestro. La verdad es que Gilberta no sólo disfrutaba con ello, sino que era verdaderamente buena. A su padre esto no le hacía ninguna gracia, y a medida que pasaba el tiempo, menos aún, pues pensaba que no era el comportamiento que debía demostrar una princesa. A Custodio le parecía una deshonra.

Pasados unos pocos años más, un mal día, la reina Salvadora enfermó de peste. Esta fatal noticia no fue posible de digerir ni para el rey Custodio, que no podía aceptar que el amor de su vida le dejara para siempre, ni para su hija Gilberta, que veía cómo se derrumbaba el espejo donde ella se veía reflejada. A los pocos días, con la reina ya en su lecho de muerte, Gilberta, tuvo una última conversación con su madre. Para sorpresa de la princesa, su madre le confesó lo que nunca antes había contado a nadie. Comenzó diciendo que en realidad ella, nunca ha llegado a gozar de una felicidad plena característica de las reinas. La impactante razón de aquella triste verdad, fue que Salvadora, antes de convertirse en reina, también deseó ser bufón de la corte. Era verdaderamente buena y se dedicó a ello con todo su amor hasta que un día tuvo que esconder esa faceta de su vida para ser reina. Salvadora sabía que Custodio haría lo posible para evitar que Gilberta continuara haciendo lo que a ella más le gustaba. Asique poco antes de morir, la reina le contó toda esta verdad a su hija con el fin de que ella sí pudiera ser feliz. Después, Salvadora sacó una hermosa pulsera de oro de la que colgaban dos objetos. El primer de ellos, era su anillo de compromiso, obviamente de oro. El segundo, uno mucho más especial, era una campana de tintineo clásica de los gorros de los bufones, también de oro. Gilberta comprendió el mensaje, se despidió de su madre y entre lágrimas se refugió en su cuarto.

Por otro lado, Custodio, que no supo encajar la muerte de su amada, decidió no molestarse en buscar otra candidata al trono. Pensó que no le quedaban fuerzas para ello ni ganas de continuar siendo rey siquiera, aunque tenía que permanecer en el cargo hasta el fin de sus días. Su preocupación se centró entonces en encontrar un príncipe al que él diera el visto bueno para que éste le pidiera la mano de su hija. Y buscando y buscando, al final lo encontró. Custodio se lo comunicó a su hija, y aunque no lo percibiera al momento de decírselo, esto no sentó nada bien a Gilberta, que no veía con buenos ojos al hombre que su padre había conseguido para ella. Aun así, Gilberta aceptó la propuesta de su padre, aunque pidiendo algo a cambio, algo con lo que pudiera desplegar toda su belleza. Su petición fue la de tres vestidos, uno tan dorado como el sol, otro, tan plateado como la luna y por último, uno tan brillante como las estrellas. Custodio, convencido de que tras cumplir esa petición Gilberta aceptaría casarse, se puso manos a la obra y ordenó tejer aquellos complicados vestidos. Cuando consiguieron acabarlos, el rey se los entregó a su hija, que acto seguido pidió tan sólo una cosa más. Se trataba de algo verdaderamente complicado, un abrigo hecho con las pieles de todos los diferentes tipos de animales del mundo. El rey aceptó y enseguida puso a todos los cazadores que tenía a su disposición a buscar cada tipo de animal que pudiera existir. Al tiempo, los cazadores a tenían todas las clases de pieles de los animales, tan sólo quedaba tejerlo y entregárselo a Gilberta, para que finalmente se casara. Ésta lo recibió y aceptó resignada y decepcionada la propuesta de su padre.

Justo la noche antes de la ceremonia, Gilberta, decidió huir de su reino. Se aprovisionó con sus tres maravillosos vestidos, la pulsera que su madre le regaló y su abrigo de toda clase de pieles. Emprendió la huida por la noche para evitar ser vista y perseguida por los jinetes, que comenzarían la búsqueda en cuanto se enteraran de la noticia. Corrió y corrió sin saber bien dónde, hasta cruzarse con un grupo de desconocidos. Para su fortuna, resultó ser gente de otro reino. En un principio la tomaron por loca y la apodaron “Toda clase de pieles” por el abrigo que llevaba, el cual impedía reconocerla. Sin embargo decidieron llevársela con ellos a su reino, donde le dieron cobijo y la emplearon para limpiar y demás quehaceres en la cocina del castillo. Unos días más tarde, hablando con sus compañeros, se enteró de que iba a haber un lujoso e importante baile en los salones del castillo. El motivo, era la búsqueda de una esposa por parte del príncipe de este reino, Liberto. Gilberta, preguntó a su jefe si podía asistir al terminar con sus labores. Éste le dijo que sí, y rápido marchó a su habitáculo a cambiarse. Decidió vestirse con su vestido tan dorado como el sol, y sin que nadie la viera, salió y fue disimuladamente hacia el salón donde se celebraba el primer baile. Cuando comenzó, consiguió captar la atención de este príncipe, bailaron, hablaron y cuando finalizó volvió a sus aposentos y rápidamente volvió a vestirse con su abrigo de toda clase de pieles. Esa misma noche se produjo un contratiempo, murió de peste el bufón de la corte que acostumbraba hacer reír a Liberto todas las noches antes de que éste se acostara. El servicio, se encargó de buscar otro bufón rápidamente con el fin de satisfacer las necesidades del príncipe en tan señaladas fechas. Buscando y buscando “Toda clase de pieles” finalmente se ofreció a cumplir con la demanda del príncipe encantada. Subió a su habitación y sin quitarse su preciado abrigo comenzó a realizar su número. Esa noche el príncipe se lo pasó en grande y se quedó dormido de la risa. Cuando Gilberta se percató de que Liberto se encontraba ya en su quinto sueño, dejó sobre la mesa de noche del príncipe uno de los objetos que su madre le regaló justo antes de morir, el anillo de compromiso de oro. A la mañana siguiente, cuando Liberto despertó, vio el anillo en su mesita de noche y se quedó muy extrañado, ya que era de oro y un bufón de corte corriente jamás llevaría un objeto tan valioso como este.

La segunda noche de baile, al igual que la primera, Gilberta al terminar sus labores, marchó rápidamente a su habitación. Decidió vestirse con su vestido tan plateado como la luna. Fue disimuladamente hacia el salón donde se celebraba el baile sin que nadie la viera llegar y volvió a deslumbrar al príncipe. Al terminar el baile volvió para desvestirse de nuevo, ponerse su abrigo de toda clase de pieles y volver a subir para satisfacer a Liberto. Al igual que la primera noche, éste volvió a quedarse dormido de la risa, y cuando Gilberta le escuchó roncar, le dejó de nuevo otro de los objetos que su madre le regaló. En este caso fue la campana de tintineo. Cuando Liberto despertó, volvió a extrañarse ya que esta campana de tintineo no era como la del resto de bufones que él había visto, ésta era de oro, lo que le hizo sospechar.

La tercera, última y definitiva noche de baile, Gilberta decidió lucir su vestido tan brillante como las estrellas. Obviamente el príncipe quedó fascinado y la escogió tan sólo a ella para bailar durante toda la noche. Liberto, sin que Gilberta se diera cuenta, le colocó el anillo de compromiso en su dedo anular. Al término de la fiesta, que acabó más tarde que nunca, Gilberta volvió a su cuarto para transformarse de nuevo rápidamente en “Toda clase de pieles”. Como en las dos anteriores noches, subió a la habitación del príncipe para hacerle desternillarse de la risa hasta quedarse dormido. Pero esa noche fue diferente. Con las prisas, Gilberta no se dio cuenta del anillo que Liberto le colocó en el dedo durante el baile. Cuando entró en la habitación del príncipe, éste se fijó en la mano de “Toda clase de pieles” y se percató de que el bufón que venía cada noche a hacerle reír, era la chica de la que se había enamorado en los bailes. La cogió de la mano, le quitó el abrigo y sin decir ni una palabra, la besó.




CAMBIOS:
-          El padre no quería casarse con su hija, pero sí estaba empeñado en que fuera reina debido a que él se niega a buscar otra candidata al trono, ya que no es capaz de superar la muerte de su amada. Decide buscar un príncipe con el fin de que le pida la mano de su hija. La razón de este cambio, se debe a que en la versión original el padre quiere casarse con la hija, es decir, incesto, un tema que no es adecuado para cualquier curso de primaria.

-          La madre muere, aunque no al dar a luz a la niña, sino de peste unos años más tarde con el fin de que Gilberta fuera consciente del mensaje que su madre le lanza.

-          Uno de los objetos en vez de ser un colgante, es una campana de tintineo clásica de los gorros de los bufones de corte. Los otros dos se mantienen.

-          Me pareció una buena idea la del bufón de corte, ya que cambia varios aspectos del cuento pero mantiene la estructura. La parte que más cambia es el comienzo, aunque pronto se reconoce de nuevo el cuento de Toda clase de pieles. Además los bufones de corte surgieron en la edad media, lo que hace que el cuento siga haciendo referencia a aquella época a pesar de los cambios. Además, en el cuento, la idea de ser un bufón de corte no está bien vista por una persona muy cercana a Gilberta, su padre. La personalidad que demuestra la princesa ante esta situación, se puede relacionar con el momento evolutivo que sufren los niños/as entre las edades de 7 y 10 años de querer ser reconocidos como personas en los ámbitos en los que se mueven. Comienzan a desarrollar su personalidad y pueden llegar a valorar la valentía que demuestra Gilberta.


-          Para defender mi cambio, al final del cuento, Toda clase de pieles sube a la habitación del príncipe a  realizar su número de bufón de corte en lugar de subirle un caldo. También le deja los objetos en la mesa cuando el príncipe se queda dormido, en lugar de introducirlos en el caldo para que el príncipe se diera cuenta de quién es Toda clase de pieles en realidad.




FUENTES CONSULTADAS:


-          http://lamanoblancadelaluna.blogspot.com.es/

 http://www.educacion.navarra.es/documents/27590/51352/BLOQUE+II+ETAPAS+DESARROLLO+EVOLUTIVO+(7-10+A%C3%91OS).pdf/6ac881ef-2dfd-4faa-bfa1-4bacc1816d23




EDAD A LA QUE VA DIRIGIDO:

En mi opinión, se trata de un cuento que es posible contar en todos los ciclos de primaria. Quizás por su longitud y para una mejor comprensión del cuento, lo dirigiría a un público de una edad mínima de 8-9 años, es decir, a partir del segundo ciclo de Primaria.